4 de mayo de 2010

Reflexiones sobre talleres

Desde que me compré mi coche me he ocupado de llevarlo a tenerlo a punto de sus cosas. A saber: revisiones periódicas, cambio de neumáticos, de limpias, revisiones menos periódicas e inesperadas, revisión de ruedas por algún tipo de incidente (vease, por ejemplo, pasar sobre la boca de una manguera que se le habia caido a un camión cisterna segundos antes en plena autovia, con la consiguiente jodienda de la rueda, que cambié en un parking de Málaga a unos 40 grados mas o menos calculo). Y siempre me ha sorprendido ver que soy la única chica en el taller, y la unica en el sitio de los neumáticos. De hecho, se acuerdan de mi, claro (si llamo por tfno,sólo con decir "soy la chica del.." ya saben que soy yo - y no creo que mi coche sea el único de mi marca que se lleve a revisión-). No sé muy bien cual pretende ser mi reflexión de hoy; si lo raro que se me hace ver que algo tan natural para mi parece ser algo excepcional entre seres de mi propia especie, si lo inutiles o dependientes que pueden llegar a hacernos algunas cortapisas y roles que se nos adjudican (porque aparte de ser la única en el taller, cuando conté la anecdota de la rueda muchas personas me preguntaron quien me habia cambiado la rueda alli en Málaga, como si no se les hubiera ocurrido que la solución "yo misma" aún siendo la mas evidente, fuera la posible), si qué guay estaria poder contar de vez en cuando con alguien que te echara una mano en estos temas (aunque a decir verdad, mi querido rayajo me echó una mano bien gorda cuando tuve que cambiar la batería) o que guay que he aprendido a apañarmelas yo solita casi siempre (cosa que teniendo coche, con viajes de por medio que me pueden pillar a varios cientos de kms de casa, no está nada mal).